El esplendor del otoño
El esplendor del otoño
inunda con su fuego
el aire y las casas
y las hojas de los árboles
irradian su luz
llenando de gozo la avenida.
No hay fin a este esplendor,
es el sello invencible de la vida
y aunque nuestro cuerpo ya declina,
algo en nosotros sonríe en secreto
y sabe que no somos ajenos
a este esplendor
y que nuestra vida
es inseparable de la vida
a mi esposa
Madrid, otoño de 2024
Un río
Hace unos meses cuando pregunté a Juan
Carlos Savater si en esta exposición habría
algún cuadro que hiciera referencia al
maravilloso libro de Soren Kierkegaard
"Los lirios del campo y las aves del cielo",
me dijo con jovial y temeraria audacia:
Todos.
No sé si será totalmente así, pero algo o
mucho de la felicidad y profundidad de
este libro de Kierkegaard está presente
en estos cuadros.
Una inocencia, algo celestial, permea y
recorre todo: el aire, los árboles, las nubes,
el agua, las colinas, la luz...
Algo primordial y esencial, importante,
quizá lo único importante, se nos revela
aquí. Se encarna aquí. La encarnación.
Lo divino es humilde y se encarna... en
cada instante, en cada instante se respira
la inmensidad.
Hay en estas pinturas una felicidad y una
dulzura que no son las de la trivial banali-
dad. Al contrario, esta felicidad y esta dul-
zura han sido conquistadas. No hay muerte
aquí, no porque se la quiera esconder o
escamotear, sino porque ha sido superada.
Sólo hay un eco de la muerte: hay una
tristeza superada y por lo tanto hay paz,
una alegría que recupera la paz Original,
la paz del principio. Hay un renacer.
Todo aquí se baña en este río, este río mar,
este Agua que da vida a todo de nuevo. Es-
te río sumerge en su agua amorosa a todo
el universo en un bautismo del que todo re-
surge purificado. El mundo ha resucitado.
Este río de Gracia es un don, un regalo
maravilloso que se nos da gratuita, incon-
dicionalmente, seamos como seamos. Esta
Gracia que recobra todo, recobra a todos.
Sólo ella vence a la tristeza, a los proble-
mas, a las preocupaciones del mundo, a
la muerte.
Estas pinturas recuperan esta bienaventu-
ranza y nos la ofrecen sencilla, discreta-
mente, con alegría tranquila. Aproveché-
mosla, pasen y lean, pasen y vean... y
no se olviden de resucitar.
Exposición de Juan Carlos Savater
en la galería Leandro Navarro, Madrid,
12 de septiembre-25 de octubre, 2024
De la eternidad vino una
nube y se posó en
mi corazón
y lo calmó
Del libro: Una pequeña llama
Morir es entrar en Dios,
cuando morimos entramos en Dios,
la verdadera vida es entrar en Dios,
no hay nada que temer,
si abandonamos el ego
entramos en Dios ya
Del libro: Una pequeña llama
La luz sobre las cosas,
la luz acaricia las cosas,
la luz besa las cosas,
Dios acaricia las cosas,
déjate acariciar por la luz,
como una ola, como una onda,
llega a todos, llega a todo,
constantemente,
déjate acariciar y besar por Dios
La luz de la normalidad,
en ella está Dios,
en la luz de lo cotidiano
y lo rutinario está Dios.
La luz de cada día es Dios,
haga sol o haga nublado.
Pase lo que pase ahí está Dios:
en lo ordinario y
en lo extraordinario.
Para estar con Dios
no hace falta ir
a ningún sitio especial,
está en nuestra casa siempre,
siempre en nuestro corazón
Del libro: Una pequeña llama
a Ricardo Pita, amigo del alma
Es hermoso dirigirte estas palabras ahora
que sigues estando con nosotros, poder
sentirte de una manera nueva, y no tan
nueva, pues siempre hubo en ti algo
intemporal, sabio, eterno.
Muy silenciosamente, delicadamente,
me has enseñado a lo largo de muchos
años que hay algo ilimitado, abierto,
siempre acogedor en la tierra que pisamos,
en el cielo al que agradecidos miramos.
Una tierra y un cielo del que tú tenías
la llave y entrabas y nos invitabas a
entrar, como también ahora, sonriente,
lo haces.
ooo
a mis padres, Carmen y Ángel
Acabo de estar en la iglesia de San Manuel
y San Benito. La hermandad entre la gente,
un vínculo sagrado y santo entre las personas
es en las iglesias donde más lo siento.
Dios es ese vínculo, Jesús es ese hilo que
conecta todo, que hace transcender todo y
a todos, que eleva todo y a todos.
23 de mayo de 2024
ooo
a Javier Parra
Los pétalos marchitos de la rosa
me alumbran,
no podemos decir
que la rosa ha muerto,
hacia un horizonte ilimitado
prodiga su luz,
no podemos decir
que algo muera.
Hay afirmación,
hay esplendor,
el ojo del espíritu lo ve
y al ojo físico
le enseña a ver.
Hacia un horizonte ilimitado
se prodiga la luz
y ahí descansa
Del libro: Una pequeña llama
Vida
Lo que nos están diciendo el cardenal Raniero
Cantalamessa, los sacerdotes Bernardo Gianni,
Enzo Fortunato, Luigi Maria Epicoco, Fabio
Rosini, Jean-Paul Hernández, el obispo Robert
Barron, el cardenal Robert Sarah, la benedic-
tina Anna Maria Canopi, sor Maria Manuela
Gavrini, sor Maria Caterina del eterno Padre,
Paolo Curtaz, Chiara Corbella, Carlo Acutis,
sor María del Carmen, la enfermera Amalia,
el Papa Francisco y tantos otros mensajeros
y testigos de Dios, por medio de su alegría,
de sus libros, sus homilías, sus meditaciones
y reflexiones, sus actos, sus charlas en
Youtube... lo que nos están diciendo cuando
nos dicen que Jesús está con nosotros es que
la Vida está con nosotros, la Vida Verdadera
está con nosotros.
Todos ellos nos están diciendo que Jesús nos
está dando Vida Verdadera, Vida Eterna, Re-
surrección, Felicidad y Amor incondicional,
seamos como seamos, y sin pedir nada a cam-
bio.
Nos están diciendo que la Vida Verdadera que
Jesús nos da vence al dolor, a la muerte, a to-
das las desgracias y adversidades y que su
Vida, su Amor, nos hace eternos e invenci-
bles.
Y Jesús nos da esta Vida, que Él es, en todo
momento, en todo lugar, en toda circunstan-
cia. Jesús está con nosotros siempre, Él mis-
mo nos lo dice en el Evangelio de Mateo:
"Yo estoy con vosotros todos los días hasta
el fin del mundo".
La compañía y el amor que recibimos de
otros seres humanos, de nuestros padres,
nuestra esposa, nuestros amigos y hermanos,
de nuestros enemigos, son un reflejo y un
canal de la compañía y la presencia de Jesús.
También la compañía y amor que recibimos
de los animales, las plantas, las montañas,
el aire, la luz y todo el universo, son un re-
flejo y canal de Jesús, de esta Vida extraor-
dinaria.
Creo que vivimos bastante ignorantes de
este hecho, este regalo que Dios nos hace.
Creo que nos hace falta confianza para
darnos cuenta de ello, o pensamos que Dios
y esta Vida no existen y no dejamos que
nuestro corazón se abra a este conocimiento,
al conocimiento de su presencia y su mara-
villoso regalo. Somos libres para rechazarlo
o aceptarlo.
Jesús, esta Vida, siempre está aquí, con no-
sotros, y a veces lo intuimos, a veces lo ve-
mos claramente. Nuestra intuición puede
crecer y nuestra vida cambia... infinitamente
para mejor, porque ya no sólo es nuestra,
porque ya se está librando de la vida siem-
pre limitada que nosotros nos podemos dar
a nosotros mismos, a pesar de todos los es-
fuerzos por superar las barreras.
Nuestra vida cambia infinitamente para
mejor porque estamos viviendo no nuestra
pobre vida limitada, sino la Vida alta, Ver-
dadera, Eterna, que recibimos del Señor.
Del libro: Una pequeña llama
Al mirar el cielo en la noche
Al mirar el cielo en la noche,
el cielo me limpia,
al mirarlo desaparece
la pesadez y lo caduco
y recibo una vida nueva.
La majestad del cielo
me libra de lo que hay
de torpe y gastado y doliente
en mí. El cielo me devuelve
a una niñez antes de la niñez,
a una madurez
no conquistada por mí,
sino más bien regalada
por el Cielo que nos ama.
Hay majestuosas nubes
que lentamente van
y algunas estrellas
y todo ello, todo ello,
me devuelve a una vida
maravillosa, inesperada,
una vida verdadera,
que siento que es
lo más íntimo y real en mí,
todo ello me dice
quién soy
y sé entonces
que son verdad
las palabras de Pascal,
"el hombre supera
infinitamente al
hombre".
Y me acuerdo
de las anhelantes palabras
se Silvina Ocampo,
"¡Cuánto deseo
estar ante unos árboles
que no hayan conocido
mis tristezas!"
Ahora sé que eso es posible
porque este Cielo que nos ama
nos lleva con él,
nos hace suyos,
nos regala vida eterna,
vida de un universo
siempre en expansión,
como esos paisajes
que pinta Chesterton en sus libros,
de nubes y cielos cargados
de silencio resplandeciente
que nos sobrecoge
para hacernos infinitos...
Y por fin vemos
que toda la materia
está animada por el Espíritu,
no será abandonada
pues descansa en la mirada
bondadosa del Señor.
Ahora vemos
que tenía razón San Francisco
al llamar hermana a la muerte,
también ella participa
en esta gran obra
de transformación,
transfiguración, elevación.
Ahora ya no tememos
quedarnos sin defensas,
y sentimos con asombro
cómo nos rendimos
y asentimos confiados
a esta gran obra
que supera con su majestad
y su belleza
cualquier proyecto,
cualquier miedo,
de nuestro pequeño yo.
Y no sólo eso, no sólo eso,
sino que vemos
que esta gran obra,
desbordando nuestra manera
de hacer,
cumple misteriosamente
todo el bien que anhela
nuestro corazón.
Por fin ha llegado el momento,
el momento tan deseado,
después de tantos años,
tantos errores y tanto desaliento,
ha llegado el momento
de recibir la luz
y sonreír felices, por fin,
sonreír tranquilos,
pues descansamos,
al fin descansamos, descanso,
abiertos por fin
a la mirada de sabiduría
del Señor
Y ya desemboquemos
en la infinita bienaventuranza
o en la infinita nada,
seamos creyentes o no,
este misterio de infinitud
nos llama a ser nobles,
a ser dignos de él,
a escucharle
Del libro: Una pequeña llama
Un poema silencioso,
un poema sencillo,
como la verdad,
un poema casi sin palabras,
donde las palabras son árboles
que se elevan al cielo
y están en el cielo
y el cielo entra en nosotros
o ya está en nosotros
y nos damos cuenta
y estamos llenos
de lo que llena todo
y de ese todo
hace uno
sin que nada pierda
su divina particularidad,
pues esto de lo que hablo
o que habla en mí
es algo grande, inabarcable,
que nunca comprenderé del todo,
misterioso,
que es la verdad de todo,
y es lo único
que de verdad existe
y es Padre
y es Dios más allá
de la palabra Dios
Del libro: Una pequeña llama
Santo Sábado
Esta mañana miro por la ventana y entra
en mí una frescura inocente, sin mancha.
Las calles solitarias, la luz limpia tras la
lluvia, todo está bañado por una tranqui-
lidad inalterable... una tranquilidad que
me dice que, aun cuando llegue la dificul-
tad y la tormenta, seguirá siendo inaltera-
ble.
Miro por la ventana y la felicidad me
invade, como una ola viene... para quedar-
se, para revelarme una verdad, la única,
para que me atenga a ella, para que
persevere.
Qué bien me hace la gratitud que siento,
la paz despliega su Reino. Las pequeñas
hojas nuevas de los plátanos, como manitas
infantiles, me saludan y una ligera brisa
sopla sobre ellas y las bendice.
Y ahora el cielo. Las grandes nubes que los
ángeles descorren como una cortina dejan
paso a claros azules, tan alegres, tan llenos
de vida, tan serenos y bienaventurados,
el Señor nos envuelve y nos lleva a su
Reino en su amorosa teofanía.
Del libro: Una pequeña llama
Todas las circunstancias descansan en lo eterno,
descansan en la paz. Todo lo que ocurre
descansa en la paz, en Dios.
La paz, lo eterno, Dios, es el sustrato donde
todo vive y se desarrolla.
Cuanto más cuenta nos damos de que esto es
así, más vivimos en la paz, en la dicha de la
paz, en Dios.
Ya ocurran cosas agradables o desagradables,
favorables o desfavorables, ya vivamos en la
holgura o en la precariedad, en la salud o en la
enfermedad o nos llegue el momento de morir,
todo ocurre con ese sustrato de paz y de eterni-
dad que es nuestro más preciado tesoro.
Dándonos cuenta de esto vivimos cada vez más
en paz. Lo favorable no nos vuelve locos y lo
desfavorable no tiene tanta importancia.
Lo que de verdad importa es que nos hemos
dado cuenta de que todo ocurre sobre este firme
y maravilloso lecho de lo eterno, de la paz de
Dios.
Y hay algo más de lo que podemos ser cons-
cientes, podemos notar que hay algo en noso-
tros que no es efímero, que no muere. Podemos
notar que también algo en nosotros es parte de
esta paz inalterable, de esta eternidad dichosa,
podemos notar que somos parte de Dios.
Tu verdadera imagen
Lejos de las discusiones teológicas, Dios vive...
en nuestro corazón vive.
Tu verdadera Imagen, Señor, es el universo.
Tú estás en todo, en cada cosa,
de maneras que no sabemos
ni alcanzamos a imaginar.
Tu Rostro, tu Icono Verdadero, es el universo.
Tú abrazas todo el universo abrazando
cada pequeña cosa,
tu amor enlaza a todas las criaturas
"La relación de Dios con el ser humano
significa que a cada instante se hace infinito
aquello que a cada instante se halla en el
ser humano".
Soren Kierkegaard,
en "Las obras del amor"
Jesús resucita a Lázaro.
El rostro de Jesús en esta pintura
simplemente, serenamente, refleja la Verdad,
la Verdad del universo, la Verdad de la vida
y también nuestra Verdad: Él es la Verdad,
Jesús es el Amor y el Amor vence a la muerte.
Qué pintura ésta tan maravillosa, ninguna
grandilocuencia, sencillamente... la desar-
mante Verdad
"La Resurrección de Lázaro",
de José de Ribera,
Museo del Prado
El Cristo de Andrei Rublev
Al ver este rostro
siento que todos los terremotos,
todas las desgracias y desastres,
todas las guerras y violencia,
los conflictos y sufrimientos,
las muertes y crucifixiones,
se quedan sin voz
y son transfigurados
Al ver este rostro
siento que hay algo infinitamente
superior a nuestros intereses,
el Espíritu se presenta de improviso
y sabemos entonces que vivimos
bajo el amparo de la eternidad
Podemos entonces dejar atrás
todos nuestros miedos
y vivir siendo partícipes de lo eterno,
de esta belleza
Siento algo ilimitado en mí,
una aceptación sin límites,
una entrega sin límites a este Espíritu
y sé que mi verdadera patria
no es la tierra
sino la eternidad
"Buscad mi rostro",
leo en los salmos
y oigo en esta pintura.
La esencia de este rostro
siento viviendo en mí,
latiendo incontenible
en todo, en todos nosotros,
una silenciosa llama
de misteriosa verdad
"Cristo Redentor",
de Andrei Rublev,
Galería Tretiakov, Moscú
Unas palabras del filósofo italiano
Massimo Cacciari sobre esta pintura
de Rublev:
"Entre guerras y dolor se abre a los ojos
del espíritu la visión de la Paz, infinita,
imperturbable, inviolable.
Su potencia se armoniza con la mansedumbre
que nada impone, nada juzga, sólo da".
Del libro: Una pequeña llama
Exposición de Marc Chagall
en Madrid
Ante estos grandes cuadros sobrecogedores
de Jesús en la cruz que curiosamente llevan
el título de "Resurrección" o "Resistencia",
no puedo por menos de emocionarme y ma-
ravillarme ante el misterioso poder de su
cruz vivificadora... que atrae todo hacia sí.
El extrañísimo poder de su amor que incluso
en la cruz es ya Resurrección y señal de
esperanza.
Ante estas pinturas siento con profunda y
silenciosa certeza que no hay nada en el
mundo que no lleve señal de ese amor que
dio su vida por nosotros en una cruz, para
salvarnos, para fecundar lo mejor en nosotros,
para que con su ejemplo nos transformemos,
para que con su ayuda transformemos nuestra
ceguera en luz, para que seamos dignos de lo
mejor en nosotros: lo eterno, la verdad, la
belleza, el sumo bien.
El mal en el mundo viene de la ignorancia
de los hombres o por su consciente rechazo
del bien. Pero aquí está el amor de Jesús,
que trae la vida buena y alta: en estos cuadros,
en los espectadores en silencio que los con-
templamos y, cuando salgo de la exposición,
en cada cosa que veo, en la intensidad mis-
teriosa de los árboles invernales, en las nubes
grises que engalanan el frío cielo de plata,
reconfortante, iluminador, de Resurrección.
2 de marzo de 2024
Marc Chagall
fundación Mapfre
Del libro: Una pequeña llama
La canción del Viento
Invisible es la canción del Viento,
pero él da respuesta
a nuestras preguntas,
a todas ellas,
a las de aquélla canción,
"Blowin´ in the wind",
a las que necesitemos hacerle.
Escucho al Viento invisible,
escucho al Viento
que habla más allá de las palabras
y también en ellas
y en el silencio
y sé que el Viento
está contestando a todas mis inquietudes,
a todos mis anhelos,
a todas nuestras desesperaciones y sufrimientos.
Este Viento que no oigo y no veo,
sin ninguna palabra
está apaciguando mi corazón,
está llenándolo de tranquila fe,
de dulce confianza, paz y sosiego,
obediente sabiduría,
de inspirada mansedumbre,
de feliz quietud,
está llenándome de tranquila esperanza,
llenándome de un amor sin fin...
y yo me dejo inundar
por el Viento
y me entrego a Él
"El viento sopla donde quiere. Tú oyes su voz
pero no sabes de dónde viene ni adónde va.
Lo mismo sucede con todo el que ha nacido
del Espíritu".
Juan 3, 8
El amor salva el mundo
Muchas veces oímos y leemos cosas y no les
damos la importancia debida. No nos las to-
mamos realmente en serio, ni pensamos que
tengan una importancia, una urgencia, una
importancia capital en nuestras vidas.
Así, Jesús de Nazaret nos dice: "Amaos
los unos a los otros". Y con esto no nos dice
que nos amemos los lunes, miércoles y viernes.
Ni que si eres un político o un intelectual bri-
llante te dediques a enfrentar a la gente apoyado
en tus brillantes razones, para luego mirar
condescendiente al pobrecillo de Nazaret mien-
tras piensas: "¡Desde luego, qué cosas se le
ocurrían a éste, si supiera cómo es el mundo!"
Pero precisamente el mundo es un lugar difícil
por no hacer caso a este pobre de Nazaret.
"Amaos los unos a los otros". Lo dijo una vez,
pero sus palabras, como una campana, suenan
a través del tiempo, no dejan de sonar.
El viento en el corazón
En uno de los poemas de su libro "Danger on
peaks", "Peligro en las cumbres", Gary Snyder
dice: "Nunca podemos oír lo bastante el viento
entre los pinos".
El viento entre los pinos, en la tradición cultu-
ral y espiritual budista de Japón y China, a la
que tanto debe Gary Snyder, es no sólo algo
físico sino que hace referencia a una realidad
espiritual que está en todo y también en noso-
tros. Una realidad espiritual que manifiesta una
libertad, una liberación y una paz, las cuales
están en nosotros y fuera de nosotros, en nues-
tra esencia y en la esencia del universo.
Snyder dice que nunca podemos oír y estar lo
bastante en contacto con ese viento, esa rea-
lidad. Es cierto. Hay veces en la vida en que el
dolor, el sufrimiento, hacen que nos sea muy
difícil conectar con esa realidad profunda.
También las distracciones, los caminos equivo-
cados, nuestras estupideces y ceguera nos ale-
jan de este viento maravilloso. Como decía
el poeta inglés William Wordsworth "el mundo
está demasiado con nosotros". Somos demasia-
do mundanos, en el peor sentido de la palabra.
Las palabras de Snyder son una advertencia y
tienen algo de invocación, de oración.
Invocación y oración para no apartarnos de ese
viento, de estar siempre en esa realidad.
Gary Snyder no cree en Dios. Yo sí, y en la tra-
dición católica a la que pertenezco, el viento es
Dios, el Espíritu. "Ruach" es la palabra hebrea
para este viento que es Dios.
Hay momentos en la vida en que no somos ca-
paces por múltiples motivos de oír este viento,
de oír a Dios. Cuando nosotros no podemos
acercarnos a Dios, Dios sí puede acercarse a
nosotros.
Pero aunque no creamos en este viento, en esta
realidad, Dios sí cree en nosotros y no deja
de hablarnos, de acompañarnos aunque no lo
veamos.
Aunque las circunstancias de la vida y el dolor
nos desesperan y nos hundimos, este viento
está siempre a nuestro lado, y como Jesús ten-
dió la mano a Pedro y lo sacó de la tormenta
del mar de Galilea, así también no deja de ha-
cerlo con nosotros.
Creo en ello con todo mi corazón, pero la sola
hipótesis de que así sea, de que esa mano nos
proteja y nos ayude, eso bastaría para abrir
de par en par mi corazón y llenarlo de luz,
mi corazón rebosante de amor y gratitud.
Del libro: Una pequeña llama
La noche llena el cielo,
la elocuencia de la noche
aquieta nuestros pensamientos
y nos despoja de lo nuestro.
Algo solemne y vasto
se desliza en nuestro ánimo
que nos hace olvidar
el pequeño yo que éramos.
La noche abre una puerta,
una puerta en nosotros,
para dejar atrás
nuestras tristes y vanas certezas
y nos atrevamos a entrar
en algo verdadero
ooo
El Amor existe
aunque no lo veamos,
es el "te quiero mucho"
que te dice tu madre
y también si no te lo dice,
es Dios, eres tú, soy yo
Del libro: Una pequeña llama