Al mirar los árboles con sus hojas secas
y el cielo azul de la mañana,
veo, Señor, que has estado
siempre conmigo, con todos, con todo.
Has estado conmigo toda mi vida
en el aire, en la luz, en la oscuridad.
Y yo no me he dado cuenta hasta ahora.
Te tapamos, te olvidamos,
poniendo delante nuestro ego,
nuestros planes y proyectos,
no contamos contigo para nada.
Y esa realidad que nuestro ego
se inventa no es real, es falsa.
Hay algo más, algo mucho más grande
y maravilloso, algo realmente real:
Tú, Señor.
Y que Tú existas, Señor,
que estés siempre con nosotros,
cambia todo completamente.
Teniéndote en cuenta,
darnos cuenta de que estás
siempre aquí,
da un horizonte nuevo a nuestras vidas,
un horizonte sin fin
donde ningún dolor y pena
y ni siquiera la muerte
tienen la última palabra.
Tú, Señor, eres Vida ilimitada
y nos la das siempre,
y en esta Vida que nos das
está también la paz, la alegría,
el amor, la confianza, la serenidad...
la esperanza cuando no acertamos
a ver Tu luz.
Todos los bienes están contenidos
en esta Vida Tuya que nos regalas,
Vida eterna ya, ahora,
sobre todo ahora que somos conscientes
de Tu presencia y, como no podía ser menos,
Vida eterna que asombra y maravilla
a nuestra inteligencia
ooo
Miro por la ventana,
el azul que precede a la noche,
el anochecer tiene el sabor de lo eterno,
en este anochecer están
los cuadros de Friedrich,
la piedad de Dickens y Hans Christian Andersen,
las páginas de Charlotte Brontë
al aparecer Helen Burns.
También en silencio,
en humildad comparecen
San Juan de la Cruz y Teresa de Jesús,
los salmos de la Biblia y el Evangelio,
Robert Walser, Ryokan, Li Po, Wang Wei...
mis padres, mi esposa...
Dios nos espera, no tardes, está aquí