La lección de las hojas

Las hojas secas en los árboles, en el suelo, 
se entregan... saben que hay algo más
grande que ellas...
Al verlas veo que nos dicen lo mismo que
San Pablo: "Habéis muerto y vuestra vida 
está con Cristo escondida en Dios".
San Pablo dirige sus palabras a todas las 
criaturas, a las hojas secas y a las hojas 
vivas, a los enfermos de Alzheimer y a los 
que cuidan a los enfermos de Alzheimer. 
Son palabras revolucionarias y todos los 
seres nos las decimos unos a otros y 
también nos las decimos a nosotros mis-
mos: "Habéis muerto, hemos muerto, y 
ahora nuestra vida está en Dios".
Son palabras que nos despiertan y nos 
libran de la manera superficial que tenemos
de mirar a las cosas.
Son palabras amplias que nos libran de 
todos los miedos y nos dan la verdad, 
nos dan la vida ahora y la vida eterna. 
Son palabras de gozo, de esperanza, 
de Resurrección, de Amor. 


                         ooo


No hay mayor riqueza
que la pobreza de Dios


                         ooo


Ángel y Carmen, mis padres, mi tío Fernando
y la tía Elena y Maria Elena, los abuelos Má-
ximo, Gregoria y Virgilia y el primo Laurentino,
mis tíos Pepe y Alfredo, Enrique el marido de 
mi prima Almudena, la prima Tate... todos ellos
están aquí en el cielo santo, infinito y miseri-
cordioso de esta tarde invernal

                                         14 de diciembre 
                                               de 2024











 
Mañana de diciembre,
cero grados, 
una abeja se posa 
sobre el alféizar de la ventana.
Mueve sus patas,
no sé si estoy asistiendo
a sus últimos momentos.
Me pregunto qué podría hacer yo
por este ser humano.
Me sorprendo de mi pregunta
al llamar a la abeja "ser humano".
Sigue moviéndose
y entonces echa a volar rauda,
con decisión, 
abriendo camino hacia lo abierto.
No sé si acaso ha muerto 
e inmediatamente ha renacido. 
En los tres primeros siglos de cristianismo
la muerte y Resurrección de Jesús
se celebraban el mismo día.
Se celebraba el tránsito 
de la muerte a la Resurrección. 
Quizá esta abeja ha hecho lo mismo,
quizá a nosotros se nos conceda 
la misma gracia 



                   ooo




Frente a mi ventana
todos los árboles del otoño,
con sus hojas amarillas, 
algunas aún verdes, marrones, naranjas,
qué belleza, 
están tranquilas, están en paz, 
están por morir pero están en paz
porque hay algo más que la muerte aquí,
están en Dios
y van hacia Dios


                             
                                noviembre de 2024


                   ooo


"Te vi estando con el viento 
y la lluvia en tu cara
y tú estabas pensando 
en la sabiduría de las hojas y su gracia
cuando las hojas van cayendo 
en septiembre, 
cuando las hojas van cayendo"


                          Van Morrison 
"When the leaves come falling down",
"Cuando las hojas van cayendo"







                



 

Dios recoge todas las almas


                  ooo


                  Jesús

Di "Jesús", me digo a mí mismo. Di el 
nombre de Jesús en todo momento, en 
todo lugar, en toda circunstancia. Dilo 
tranquilamente, y si no estás tranquilo
dilo también. 
Di "Jesús, o también di "Jesús salva".
Di simplemente "Jesús". Decir "Jesús 
salva" es la consecuencia de decir "Jesús".
Decir simplemente "Jesús" ya salva.
Nos abre a horizontes insospechados... 
en nuestra propia cocina, en el cuarto de 
baño, mientras barremos o fregamos los 
platos, en el lecho de un enfermo, en 
cualquier sitio... Decir "Jesús" transforma 
todo, al decir "Jesús" descansamos tran-
quilos, o también nos recuperamos de un 
mal momento, verdaderamente renacemos
y resucitamos. Lo puedes decir en un 
momento, en todo momento, siempre que 
quieras. 
Decir "Jesús" no es hacer magia, no es un 
talismán, no es un mantra que repetimos 
mecánicamente o fanáticamente.
Decir "Jesús" es una corroboración, es la 
confirmación de un hecho: Es la confirma-
ción del poder de Dios, Jesús es Dios, y su 
sola existencia produce vida y salvación,
aunque muchas veces nos cueste mucho 
trabajo verlo. 
Si amamos el Bien, si amamos, estamos 
diciendo "Jesús" con otras palabras, con 
todas las palabras. 
Di "Jesús" y luego escucha el silencio y el 
silencio te responde y te dice "Yo soy Jesús, 
Yo soy Dios, Yo te salvo, siempre te salvo, 
escúchame, te doy paz, te doy amor, 
descansa en mí, ponme a tu lado".


  a Sor María del Carmen a quien vi 
  unos segundos y de refilón en la 
  residencia de Fausta Elorz hace unos
  años, y cuya alegría me inundó y me 
  inunda con la maravillosa e inagotable
  vida de Dios.

  a mi esposa y a mi madre, a tantas otras
  personas, tantas otras cosas que extienden 
  la vida de Dios.






                   ooo




            


Desde mi ventana las nubes.
Prodigiosas, en silencio,
recuerdan las fotos que vi
de galaxias y mundos lejanos 
que hizo el telescopio Hubble, 
el infinito, lo extraordinario, 
se despliega ante nuestros ojos, 
a simple vista, 
sin que tengamos que esforzarnos.
Como también lo vio William Blake,
"tienes el infinito en la palma de tu mano".
Mi esposa me señala un milano 
que planea en el azul, 
los reflejos de plata de las hojas de los árboles
ondean en la brisa de la mañana,
el libro de Dios se abre
ante nuestros pequeños ojos asombrados
y nos invita a entrar
y entramos, con cuidado, para no dañarlo



 
Tú ves que todo es santo, 
con tu amor haces
que todo sea santo

                Cristo Salvador,
                de Quinten Massys, 
                museo del Prado


        La abuela Virgilia

Regaló a sus nietos un día de invierno que 
hacía mucho frío un disco, era "El baile 
de los ositos". Lo escucharon con ella al 
llegar a casa en el tocadiscos. Lo escucha-
ron varias veces. Ha pasado tanto tiempo, 
ha pasado tanto tiempo, pero el amor que 
puso la abuela en ese regalo todavía ca-
lienta  el corazón de los que una vez 
fueron niños. 

Todas las noches hace lo mismo, todos 
los días, su secreto es estar con Dios.

                   a mi abuela Virgilia Vega


                       ooo


Para la pregunta "¿Qué hay de la poesía hoy?",
la cual es el título de unos encuentros con una 
serie de editoriales en Madrid, tengo estas 
palabras:
Para mí, la poesía hoy es una humilde y 
maravillosa herramienta para conocer a Dios,
a ti y a mí.


                         ooo


          Ante "El Descendimiento",
             de Van der Weyden

En el dolor Cristo está con nosotros,
su amor hace que el dolor  
no sea un absoluto,
que la muerte no tenga 
la última palabra.
Aunque no lo sepamos, 
aunque no lo veamos,
su amor nos saca de nosotros mismos,
su amor es el principio de nuestra resurrección


                      ooo


Haz que como estas flores 
al pie de tu altar,
en el poco o mucho tiempo 
de nuestro paso por el mundo,
te tengamos en cuenta, 
contemos contigo, 
podamos abrirnos a ti, 
confiar en ti. 
Inspíranos, Señor,
para que podamos percibir 
tu amor por nosotros
y que nos podamos inclinar, 
siquiera un poquito,
con amor hacia ti












 
       El esplendor del otoño

El esplendor del otoño
inunda con su fuego 
el aire y las casas 
y las hojas de los árboles 
irradian su luz 
llenando de gozo la avenida.
No hay fin a este esplendor,
es el sello invencible de la vida
y aunque nuestro cuerpo ya declina,
algo en nosotros sonríe en secreto
y sabe que no somos ajenos
a este esplendor
y que nuestra vida 
es inseparable de la vida

                               
                           a mi esposa
                     
                    Madrid, otoño de 2024



                     


                     
                     

                     
                     
                      

 
                     Un río

Hace unos meses cuando pregunté a Juan 
Carlos Savater si en esta exposición habría 
algún cuadro que hiciera referencia al 
maravilloso libro de Soren Kierkegaard
"Los lirios del campo y las aves del cielo",
me dijo con jovial y temeraria audacia:
Todos. 
No sé si será totalmente así, pero algo o 
mucho de la felicidad y profundidad de 
este libro de Kierkegaard está presente 
en estos cuadros. 
Una inocencia, algo celestial, permea y 
recorre todo: el aire, los árboles, las nubes, 
el agua, las colinas, la luz... 
Algo primordial y esencial, importante, 
quizá lo único importante, se nos revela 
aquí. Se encarna aquí. La encarnación. 
Lo divino es humilde y se encarna... en 
cada instante, en cada instante se respira
la inmensidad.
Hay en estas pinturas una felicidad y una 
dulzura que no son las de la trivial banali-
dad. Al contrario, esta felicidad y esta dul-
zura han sido conquistadas. No hay muerte 
aquí, no porque se la quiera esconder o 
escamotear, sino porque ha sido superada.
Sólo hay un eco de la muerte: hay una 
tristeza superada y por lo tanto hay paz, 
una alegría que recupera la paz Original, 
la paz del principio. Hay un renacer. 
Todo aquí se baña en este río, este río mar,
este Agua que da vida a todo de nuevo. Es-
te río sumerge en su agua amorosa a todo 
el universo en un bautismo del que todo re- 
surge purificado. El mundo ha resucitado.
Este río de Gracia es un don, un regalo 
maravilloso que se nos da gratuita, incon-
dicionalmente, seamos como seamos. Esta 
Gracia que recobra todo, recobra a todos. 
Sólo ella vence a la tristeza, a los proble-
mas, a las preocupaciones del mundo, a 
la muerte. 
Estas pinturas recuperan esta bienaventu-
ranza y nos la ofrecen sencilla, discreta-
mente, con alegría tranquila. Aproveché-
mosla, pasen y lean, pasen y vean... y
no se olviden de resucitar.


Exposición de Juan Carlos Savater 
en la galería Leandro Navarro, Madrid,
12 de septiembre-25 de octubre, 2024


         
            De la eternidad vino una 
            nube y se posó en 
            mi corazón 
            y lo calmó














 
Morir es entrar en Dios,
cuando morimos entramos en Dios,
la verdadera vida es entrar en Dios,
no hay nada que temer, 
si abandonamos el ego
entramos en Dios ya

 
La luz sobre las cosas,
la luz acaricia las cosas, 
la luz besa las cosas,
Dios acaricia las cosas,
déjate acariciar por la luz, 
como una ola, como una onda,
llega a todos, llega a todo,
constantemente, 
déjate acariciar y besar por Dios


La luz de la normalidad,
en ella está Dios, 
en la luz de lo cotidiano 
y lo rutinario está Dios.
La luz de cada día es Dios,
haga sol o haga nublado.
Pase lo que pase ahí está Dios:
en lo ordinario y
en lo extraordinario.
Para estar con Dios 
no hace falta ir
a ningún sitio especial,
está en nuestra casa siempre,
siempre en nuestro corazón

 
        a Ricardo Pita, amigo del alma

Es hermoso dirigirte estas palabras ahora 
que sigues estando con nosotros, poder 
sentirte de una manera nueva, y no tan 
nueva, pues siempre hubo en ti algo 
intemporal, sabio, eterno.
Muy silenciosamente, delicadamente, 
me has enseñado a lo largo de muchos 
años que hay algo ilimitado, abierto, 
siempre acogedor en la tierra que pisamos,
en el cielo al que agradecidos miramos.
Una tierra y un cielo del que tú tenías 
la llave y entrabas y nos invitabas a 
entrar, como también ahora, sonriente, 
lo haces.


                     ooo



        a mis padres, Carmen y Ángel

Acabo de estar en la iglesia de San Manuel 
y San Benito. La hermandad entre la gente,
un vínculo sagrado y santo entre las personas
es en las iglesias donde más lo siento. 
Dios es ese vínculo, Jesús es ese hilo que 
conecta todo, que hace transcender todo y
a todos, que eleva todo y a todos.

                                  23 de mayo de 2024


                     ooo



            a Javier Parra 

Los pétalos marchitos de la rosa 
me alumbran, 
no podemos decir 
que la rosa ha muerto, 
hacia un horizonte ilimitado 
prodiga su luz, 
no podemos decir 
que algo muera. 
Hay afirmación,
hay esplendor,
el ojo del espíritu lo ve
y al ojo físico 
le enseña a ver. 
Hacia un horizonte ilimitado 
se prodiga la luz
y ahí descansa













 

 
                         Vida

Lo que nos están diciendo el cardenal Raniero
Cantalamessa, los sacerdotes Bernardo Gianni,
Enzo Fortunato, Luigi Maria Epicoco, Fabio 
Rosini, Jean-Paul Hernández, el obispo Robert
Barron, el cardenal Robert Sarah, la benedic-
tina Anna Maria Canopi, sor Maria Manuela 
Gavrini, sor Maria Caterina del eterno Padre, 
Paolo Curtaz, Chiara Corbella, Carlo Acutis,
sor María del Carmen, la enfermera Amalia, 
el Papa Francisco y tantos otros mensajeros  
y testigos de Dios, por medio de su alegría,  
de sus libros, sus homilías, sus meditaciones 
y reflexiones, sus actos, sus charlas en
Youtube... lo que nos están diciendo cuando  
nos dicen que Jesús está con nosotros es que  
la Vida está con nosotros, la Vida Verdadera
está con nosotros.

Todos ellos nos están diciendo que Jesús nos 
está dando Vida Verdadera, Vida Eterna, Re-
surrección, Felicidad y Amor incondicional, 
seamos como seamos, y sin pedir nada a cam-
bio. 
Nos están diciendo que la Vida Verdadera que 
Jesús nos da vence al dolor, a la muerte, a to-
das las desgracias y adversidades y que su 
Vida, su Amor, nos hace eternos e invenci-
bles.

Y Jesús nos da esta Vida, que Él es, en todo 
momento, en todo lugar, en toda circunstan-
cia. Jesús está con nosotros siempre, Él mis-
mo nos lo dice en el Evangelio de Mateo:
"Yo estoy con vosotros todos los días hasta 
el fin del mundo".
La compañía y el amor que recibimos de 
otros seres humanos, de nuestros padres, 
nuestra esposa, nuestros amigos y hermanos,
de nuestros enemigos, son un reflejo y un 
canal de la compañía y la presencia de Jesús.
También la compañía y amor que recibimos 
de los animales, las plantas, las montañas, 
el aire, la luz y todo el universo, son un re-
flejo y canal de Jesús, de esta Vida extraor-
dinaria. 

Creo que vivimos bastante ignorantes de 
este hecho, este regalo que Dios nos hace. 
Creo que nos hace falta confianza para
darnos cuenta de ello, o pensamos que Dios 
y esta Vida no existen y no dejamos que 
nuestro corazón se abra a este conocimiento,
al conocimiento de su presencia y su mara-
villoso regalo. Somos libres para rechazarlo
o aceptarlo. 

Jesús, esta Vida, siempre está aquí, con no-
sotros, y a veces lo intuimos, a veces lo ve-
mos claramente. Nuestra intuición puede 
crecer y nuestra vida cambia... infinitamente
para mejor, porque ya no sólo es nuestra, 
porque ya se está librando de la vida siem-
pre limitada que nosotros nos podemos dar 
a nosotros mismos, a pesar de todos los es-
fuerzos por superar las barreras. 
Nuestra vida cambia infinitamente para
mejor porque estamos viviendo no nuestra 
pobre vida limitada, sino la Vida alta, Ver-
dadera, Eterna, que recibimos del Señor.









 
Al mirar el cielo en la noche

Al mirar el cielo en la noche, 
el cielo me limpia,
al mirarlo desaparece 
la pesadez y lo caduco 
y recibo una vida nueva.
La majestad del cielo 
me libra de lo que hay 
de torpe y gastado y doliente 
en mí. El cielo me devuelve 
a una niñez antes de la niñez, 
a una madurez 
no conquistada por mí, 
sino más bien regalada 
por el Cielo que nos ama. 
Hay majestuosas nubes
que lentamente van 
y algunas estrellas 
y todo ello, todo ello, 
me devuelve a una vida 
maravillosa, inesperada, 
una vida verdadera,
que siento que es 
lo más íntimo y real en mí, 
todo ello me dice
quién soy 
y sé entonces 
que son verdad 
las palabras de Pascal,
"el hombre supera 
infinitamente al 
hombre".
Y me acuerdo 
de las anhelantes palabras 
se Silvina Ocampo,
"¡Cuánto deseo 
estar ante unos árboles 
que no hayan conocido 
mis tristezas!"
Ahora sé que eso es posible
porque este Cielo que nos ama
nos lleva con él, 
nos hace suyos,
nos regala vida eterna,
vida de un universo 
siempre en expansión,
como esos paisajes
que pinta Chesterton en sus libros, 
de nubes y cielos cargados 
de silencio resplandeciente 
que nos sobrecoge 
para hacernos infinitos...
Y por fin vemos 
que toda la materia 
está animada por el Espíritu,
no será abandonada 
pues descansa en la mirada 
bondadosa del Señor.
Ahora vemos 
que tenía razón San Francisco
al llamar hermana a la muerte,
también ella participa
en esta gran obra 
de transformación, 
transfiguración, elevación.
Ahora ya no tememos 
quedarnos sin defensas,
y sentimos con asombro 
cómo nos rendimos 
y asentimos confiados 
a esta gran obra 
que supera con su majestad 
y su belleza 
cualquier proyecto, 
cualquier miedo, 
de nuestro pequeño yo. 
Y no sólo eso, no sólo eso, 
sino que vemos 
que esta gran obra, 
desbordando nuestra manera 
de hacer, 
cumple misteriosamente 
todo el bien que anhela 
nuestro corazón. 
Por fin ha llegado el momento, 
el momento tan deseado, 
después de tantos años, 
tantos errores y tanto desaliento,
ha llegado el momento 
de recibir la luz
y sonreír felices, por fin, 
sonreír tranquilos, 
pues descansamos,
al fin descansamos, descanso,
abiertos por fin 
a la mirada de sabiduría 
        del Señor 


Y ya desemboquemos 
en la infinita bienaventuranza 
o en la infinita nada,
seamos creyentes o no,
este misterio de infinitud
nos llama a ser nobles, 
a ser dignos de él, 
a escucharle









 
A favor de la democracia
y el juego limpio en política 
y fuera de ella 


 
Un poema silencioso, 
un poema sencillo, 
como la verdad,
un poema casi sin palabras, 
donde las palabras son árboles
que se elevan al cielo
y están en el cielo
y el cielo entra en nosotros
o ya está en nosotros
y nos damos cuenta 
y estamos llenos 
de lo que llena todo
y de ese todo 
hace uno 
sin que nada pierda 
su divina particularidad, 
pues esto de lo que hablo
o que habla en mí
es algo grande, inabarcable, 
que nunca comprenderé del todo,
misterioso, 
que es la verdad de todo,
y es lo único
que de verdad existe
y es Padre 
y es Dios más allá 
de la palabra Dios

 
                   Santo Sábado

Esta mañana miro por la ventana y entra 
en mí una frescura inocente, sin mancha.
Las calles solitarias, la luz limpia tras la 
lluvia, todo está bañado por una tranqui-
lidad inalterable... una tranquilidad que 
me dice que, aun cuando llegue la dificul-
tad y la tormenta, seguirá siendo inaltera-
ble.
Miro por la ventana y la felicidad me 
invade, como una ola viene... para quedar-
se, para revelarme una verdad, la única, 
para que me atenga a ella, para que 
persevere.
Qué bien me hace la gratitud que siento,
la paz despliega su Reino. Las pequeñas
hojas nuevas de los plátanos, como manitas
infantiles, me saludan y una ligera brisa 
sopla sobre ellas y las bendice.
Y ahora el cielo. Las grandes nubes que los 
ángeles descorren como una cortina dejan 
paso a claros azules, tan alegres, tan llenos
de vida, tan serenos y bienaventurados, 
el Señor nos envuelve y nos lleva a su
Reino en su amorosa teofanía.