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On the room of a city
immensity perches,
it lightly touches a glass,
a woman,
a writer that, grateful,
doesn´t need words

An earthen glass
keeps the water cool
in the night
Ángeles, a mortal woman,
keeps immortal water
in the dark

I haven´t had a son
I haven´t written a book
my legacy is the things
I have looked at with piety

En el Jardín, en el Calvario,
en los campos de exterminio,
del yunque mismo del dolor
vino en mi ayuda una sonrisa

Un pintor anónimo
ha desplegado su lienzo,
el mar, el amplio cielo,
las lejanas galaxias
y esta habitación donde me encuentro.
Sobre cada cosa,
cada nube y cada rostro,
va disponiendo
con humilde maestría sus colores,
sin pedir que le admiremos.
En su obra infinita,
sublime y delicada,
siempre hallo descanso,
siempre me conforta.
De él todos somos aprendices

Ahora lo que echo de menos
no es visitar lugares lejanos,
ni hacer cosas distintas,
ni leer libros.
Lo que echo de menos
y más me gusta
es estar con las cosas
que me rodean,
un mantel, un reflejo de luz
en la madera, una caja de cartón
sobre el armario;
oír la voz de todas las cosas,
estar a su altura,
como ellas están entre sí
y están con nosotros:
saboreando paz intemporal,
construyendo la paz
en conversación silenciosa

Un vaso de barro

Un vaso de barro
mantiene el agua fresca
en la noche
Ángeles, una mujer mortal,
guarda agua inmortal
en la oscuridad

No he tenido un hijo
no he escrito un libro
mi legado es las cosas
que he mirado con piedad

Nunca he sido pobre
siempre ha habido en mí
una ventana para ver el cielo

Este sentimiento maravilloso
de que pase lo que pase
nunca pasa nada

Incluso los poetas
traman sus planes perfectos.
¿Cómo es que,
precisamente ellos,
se olvidan del viento?

Más allá del nacimiento y la muerte:
un farolillo y un árbol

Cuando llegue el fin del mundo,
un hombre saldrá
a dar un paseo
por las calles en llamas
y las llamas no le tocarán.
Saldrá a despedirse del mar
vomitando petróleo
y el petróleo no le rozará.
Caminará
entre las ruinas de su ciudad,
entre los cuerpos de sus amigos,
su mujer y sus hijos,
y las bombas no le encontrarán

Ni el aire del mar
ni la brisa de las montañas
son necesarios
para quien vive en el Ser

En la habitación
de una ciudad
se posa la inmensidad;
roza un vaso,
una mujer,
un escritor que, agradecido,
no necesita las palabras