I was a mother on earth.
I was a nail in a Cross and they say
our Lord died on it. I can´t know,
but simply to say what I was
is my song of praise.
I was a moment of happiness
on a face on fire,
they say I´m in Hell.
I just don´t know,
but simply to say what I am
is my song of praise.
I was anguish and despair
and I would have liked
to be peace and be loved,
but just to say what I was
is my song of praise.
I was a hedgehog and a little dome
of piety in the dream of a poet.
I was the lock
that didn´t give way
when two children and their mother
were trying to open me
so as to leave a house on fire.
How I would have liked
to be pliant! But how?
What could I know?
And simply to say what I was
is my song of praise.
I was glass, I was water,
I was fire and rain,
I was the storm and the hurricane,
I was snow and lightning,
I was a quiet smile,
and just to say what I was
is my song of praise.
I was hatred and vengeance
and infertile violence
and we should have been
better tools. We didn´t know how
and now our wound
is our song of praise.
I was love
and what could my tear mean
but my song of praise.
I was two hands together
and perhaps I am now
a speck of dust
in an iron glass,
and to say what I was
and may go on being
is my song of praise.
Translations into English by M.A.Bernat.
I want to thank Sarah Walkerdine for her
revision and suggestions on the translations
of the poems.
Ayer en el atardecer. El aire luminoso, las hojas
nuevas en los árboles, las cálidas palabras, la
fragancia de los amigos, sus hijos revoloteando,
la paz, la noche protectora que llega. Ayer, en
la tierra.
Del libro: Almas distantes
La vida es una oración. Si yo aprendiera a rezar
como la vida reza, qué bien moriría, qué bien
viviría.
No dividido entre la realidad y el deseo, simple-
mente sería y vería los días llegar y partir. Yo
mismo a mí llegaría y partiría.
Si yo supiera rezar como lo hace la vida, moriría
como he visto morir a algunos hombres y animales,
sosegados y tranquilos, con dulce vida en la mirada,
confiados, confiados a ese instante último.
Pues eso es vivir y morir, confiar al cabo.
Si yo supiera vivir, confiaría.
Del libro: Almas distantes
El bosque al anochecer, los cedros rojos, el
frescor de los árboles, el oscuro estanque,
la compañía de la luna.
Sigo caminando por el sendero, éste cruzará
cerca un claro y en él unos chicos y unas mu-
chachas.
Mientras paso a su lado les oigo.
Una muchacha de unos doce o trece años sentada
en el suelo. A su lado sus amigas la consuelan:
Lo está intentando, tu padre se ha puesto en
tratamiento, lo está intentando. Como nosotras
en el colegio, estudiamos... hacemos lo que po-
demos.
Bosque al anochecer, bosque al anochecer, conforta
a tus hijos, cuida de tus hijos.
Del libro: Almas distantes
Una joven mujer desconocida. En McDonald´s.
Inclinada sobre su libro. Apenas tendrá veinte
años. Parece que llega de algún retablo del
Renacimiento. Su largo pelo castaño hacia atrás,
abierto y recogido finalmente. Su hermosa frente,
como una bahía del sol, su nariz recta y su fina
boca. Su nobleza crea un halo de silencio en tor-
no, un jardín de silencio en el que la contempla.
Del libro: Almas distantes
Vi unas fotografías de cuatro personas muertas.
Dos mujeres y dos hombres. Qué dulzura había en
ellos, qué sosiego. Parecían dormidos, y con el
hálito de una conciencia...
Las mujeres esbozaban una leve sonrisa soñadora,
y una de ellas parecía expresar también, en el
gesto de sus labios, un pequeño y hermoso deseo...
o el placer de haber colmado ese deseo.
Del libro: Almas distantes
El sol se pone sobre un campo de Rumanía. Los
oscuros árboles del crepúsculo, una ermita,
alguna casa.
El azar de las nubes navega el cielo. Ese
orden misterioso, morado, rosa, blanco.
Un hombre llamado Brancusi plantó un árbol
en ese campo. Lo llamó "una columna sin fin".
Está hecho de dulce anhelo, de un antiguo
sueño de dicha. De un poco de memoria y de
fértil olvido.
La columna sin fin se alza en la noche. Su
oscuridad es una luz en la hermana oscuridad.
Ese árbol del hombre no tiene hojas. Nosotros
somos sus hojas. Se alimenta del agua del
espíritu. Hay que regarlo.
Del libro: Almas distantes
India, amanecer, tu silencio de fuego,
los ríos de tu nombre, oigo tu dulzura,
tu mirada llega hasta mí y me recorre
desde lejos, tu mirada hace que despier-
te y me hunda en el sueño de tu polvo,
los ghats silenciosos de tu agua son el
lecho desde donde mira los abismos del
cielo mi corazón.
India, apenas te rozo, y vibra mi
mente con tu resplandor amado desde
antiguo, la joya de tus multitudes ampara
el brillo secreto de lo sagrado, di ahora
tu nombre, la singular noche expresa
tu silencio, reflexivo, conocedor de los
pliegues del tiempo, más sabio que la
aceptación.
El alma individual renace en tu luz.
Del libro: Almas distantes
Lluvia en la ventana, en el cedro, en el aire amable
de diciembre.
El coro de la catedral de Westminster canta una
bella misa de Palestrina.
La radio nos trae el eco de voces antiguas.
Sol menor, pequeño sol, era la tonalidad en la
que Mozart mejor se expresaba para contarnos
cosas íntimas, cosas al oído.
Sol menor, sol menor, ¿qué será de tantos viejos
amigos?
Del libro: Almas distantes
Near, Mars Pathfinder, Lunar Prospector, y ante-
riormente Clementine, viajan a diferentes lugares
de nuestro sistema solar.
Marte, la luna, la luna Europa, Titán, están
siendo visitados.
Quizá haya agua helada en un cráter de la luna.
Quizá hubo o puede haber agua en Marte.
Esos lugares existen. Las naves terrestres, como
un pájaro remoto, se posarán en sus órbitas y
picotearán aquí y allá. Comida para pájaros busca-
mos, alpiste, unas migas de pan, en el manantial
de la eternidad.
Del libro: Almas distantes
Yo fui una madre en la tierra.
Yo fui un clavo en una Cruz y dicen que en ella
murió Nuestro Señor. Yo no puedo saberlo, pero
simplemente decir lo que fui es mi canción de
alabanza.
Yo fui un momento de dicha en una cara de
fuego, dicen que estoy en el infierno. Yo no puedo
saberlo, pero simplemente decir lo que soy es mi
canción de alabanza.
Yo fui angustia y desesperación. Y me hubiera
gustado ser paz y ser amado, pero simplemente
decir lo que fui es mi canción de alabanza.
Yo fui un erizo y una pequeña bóveda de piedad
en el sueño de un poeta.
Yo fui la cerradura que no se abrió cuando dos
niños y su madre intentaban abrirme para salir de
una casa en llamas y no pudieron.
Cuánto me hubiera gustado ser dócil. Pero, ¿cómo
hacerlo? ¿Qué podía saber yo? Y simplemente
decir lo que fui es mi canción de alabanza.
Yo fui el cristal, yo el agua, yo el fuego y la lluvia,
yo la tormenta y el huracán, yo la nieve y el
relámpago, yo una sonrisa tranquila, y simplemente
decir lo que fui es mi canción de alabanza.
Yo fui el odio y la venganza y la infértil violencia
y deberíamos haber sido herramientas más altas.
No supimos y ahora nuestra llaga es nuestra can-
ción de alabanza.
Yo fui el amor y qué podría querer decir mi
lágrima sino mi canción de alabanza.
Yo fui dos manos unidas y acaso ahora soy una
mota de polvo en un vaso de hierro. Y decir lo que
fui y quizá siga siendo es mi canción de alabanza.
Del libro: Almas distantes