En la flor,
en el enfermo,
la constancia del cielo.
Si mi memoria fuera como el agua me acordaría
de mis pasos dentro de la joya que es esta
mañana como Adán pensó y sintió la tersura
de su primera rosa del paraíso. Pero mi
memoria es como el agua.
Del libro: Constelación
Un camino empezó en el corazón. Abrió la puerta
y salió al jardín. Encontró pájaros y flores y
oyó su voz propia. Abrió la cerca y cruzó las
calles y el viento de la tarde. Encontró caras
como la suya tras las cortinas del anochecer.
Una luciérnaga tocó levemente en un prado y se
enamoró de ella y le habló como sólo puede hablar
un corazón. Y la luciérnaga se posó en su pecho
pero la luz se lo comió. Y el corazón devorado
sin voz o sin anhelo siguió adelante, como la
primera vez que había abierto la puerta.
Del libro: Constelación
Cuentan que Bill Yeats, caminando hacia sus
últimos meses en la vida gustaba de hundir
su dedo índice en el barro de los charcos
y formar un pozo, escaso de agua pero de
oscuridad brillante.
El pozo le daba un anillo de agua.
El pozo le daba un anillo de tierra.
El poeta, irlandés y tan viejo, arrojaba a
través de él sus ilusiones irlandesas, su
sonrisa de poeta, su cansado silencio.
El anillo le daba esa desnuda caída hacia
el ahora.
El anillo le daba esa desnuda caída hacia
la nada.
Del libro: Constelación
Arabia le enseña que la sed es casi un
fruto. El desierto azul es casi el pa-
raíso. En El Cairo se ejercitó sin miedo
de ignorar a qué fin se preparaba. Per-
suadió a príncipes para que se atrevieran
a ser príncipes. Desdeñó honores para que
la idea del honor le honrara sin cegarle.
Lawrence nos da su ofrenda. Su ofrenda que
es tantos de sus actos. Cuando nos mira
desde el espejo de una fotografía. Cuando
acaricia sin premura un gato.
Del libro: Constelación
Tú creías que tu última luna sería
una luna en el cielo.
La luna puede ser el silencio de
cualquier ahora, puede ser el cristal
claro y profundo por el que luchas
aun en tu amargura o, en la persistente
desdicha que definitivamente no te
importa, tu reflejo.
Del libro: Constelación
Su poder sencillo y nuestra sorpresa
es superflua. Y la dulzura del encuentro
apenas precisa una gota del ornamento
de nuestra devoción.
Del libro: Constelación
Tuve sed y no me disteis sed, tuve miedo
y no me disteis miedo. Tuvisteis miedo
y me asusté por vosotros, tuvisteis sed
y os di de beber.
Del libro: Constelación
Una flor muerta en el camino. Sus pequeños péta-
los marchitos, la gloria de su polen detenida, su le-
ve fuerza detenida. Una flor muerta en un recodo
del camino.
Del libro: Constelación