Siempre he sido muy burro. Primero fui semilla
y antes de eso yo creo que ya era burro en la
nada sideral, coceando ya en la mera posibilidad.
Y luego aparecí en el cosmos en una llanura yerma
con dos orejas bien largas y unos rebuznos a la
luz de la luna.
Pero sobre todo a la luz del sol, cómo cantaba,
cantaba sobre mis pesares y los de otros tantos
olvidados, tan forzados y maltratados como yo.
Pero eso fue al principio. Esos fueron mis pri-
meros cantos. Mas luego un día se me metió una
estrella en un ojo y al principio me fastidiaba,
pero después me di cuenta de su belleza y de que
no todo en la vida es estropicio y falsía.
Así que aunque la estrella en mi ojo me dejó
medio ciego y apenas veía, yo estaba encantado
con ese tierno destello en mi mirar y al señor
de los astros me paso ahora las noches y los días
dando gracias con mis rebuznos.
Y espero que lo mismo que a mí me consuelan, con-
suelen también a mis semejantes: los humanos, los
tristes, los que sufren congoja, los inhumanos, a
ver si a ellos se les mete también algún día un
poco de luz en los ojos.
Últimamente rebuzno mucho, de pura y cósmica alegría;
a veces también me callo y rumio entonces, en silencio
y feliz, mi secreta alegría.