Naufragaron, unos cuantos hombres y una mujer. Decidieron
cortarla en pedazos para que todos tuvieran su parte.
Al poeta le cayó en suerte el sexo, lo escondió mientras
los otros consideraban la parte que les había tocado. A
ningún náufrago hicieron feliz aquellos regalos. Se aden-
traron en los restos de la mujer como el que entra en un
camino o en un laberinto o un pozo. Con prudencia, con
valor, con fe.
La mujer, en cambio, desde el primer momento había disfru-
tado de todos.