a Lydia Ollero Jiménez

nuestros nombres
son otro nombre de lo eterno,
nuestros nombres, nuestros actos,
nuestra convicción, son otra forma
de la reafirmación de lo eterno.
Cada vez siento más esto,
que estamos aquí
para reafirmar lo eterno
y ser testigos de ello.
Cada vez siento más
que esa es nuestra tarea más alta
y al conocer a Lydia
siento que ella es un gran ejemplo
de esto que estoy diciendo.
Una persona que en sus palabras,
en sus actos, transmitía esa convicción,
y la transmitía de una forma natural,
sin grandilocuencia, de una forma
absolutamente real y sincera,
sin ningún esfuerzo.
Desde luego que cumplió su misión,
aunque nos gustaría seguir
disfrutando de ella. Pero vive
en nosotros y en todo lo vivo
de este vasto Universo,
sigue viva en ella misma, en su esencia.
Cumplió su misión más alta,
que a mi modo de ver,
fue el gozo y la transmisión
de esa alegría de la existencia eterna.
Ahora la siento
igual de intensamente
que las varias veces que tuve la fortuna
de hablar con ella por teléfono.
Sin la forma corporal
a la que estábamos acostumbrados
la sigo sintiendo ahora
en la mera existencia,
en la alegría y la luz de cada día.
Esa alegría, esa luz de cada día
y cada noche se llama Lydia


ooo


Qué luna tan hermosa
la noche del funeral de Lydia.
Qué reales las estrellas, el cielo oscuro,
la maravillosa brisa de primavera,
qué real la misma Lydia ahora,
qué presencia tan real,
qué poderosa existencia,
más real y verdadera
que cualquiera de nuestros deseos


ooo


"El verdadero nacimiento es darse cuenta
de que no hay nacimiento ni muerte
y que formamos parte del Ser eterno"

Ramana Maharshi