San Francisco de Asís
cuando estaba ya muy malito de lo corporal
se ponía en el ojo su penicilina: hierro candente
y San Francisco al hermano fuego,
cortés le daba permiso y le venía a decir:
"ande yo caliente, ríase la gente"

En lo mental tampoco San Francisco
se quedaba atrás,
todas las tardes
se daba una vuelta
con los hermanos pájaros
por la cima del Monte Alvernia
y practicando el desapego más hondo
sobrecogía nuestros corazones
y nos hacía reír y llorar

pero al final, antes de irse
nos enseñó cuánto nos ama
la luz original