Si la figura ante la niebla
en el cuadro de Joaquín Risueño
se volviera hacia nosotros
veríamos en su rostro
la gran niebla, ese gran ser,
la pureza y la inocencia de la niebla
que llega a todas partes.
Si la mujer que abre sus brazos
ante el sol
en el cuadro de Friedrich
volviera su rostro hacia nosotros
veríamos en él toda la alegría
y ternura del sol y todas las estrellas