Todos los pintores
dicen mi nombre
todos los poetas
se entregan a mí

casi todos

todas las mujeres
me baten
y me amasan
me doran
y me dan
a comer
a sus hijos

como yo
me di a vosotros
en la Última Cena
aquella vez

Friedrich
me pintó
tantas veces
en las nubes
en las montañas
en un grano de arena
su corazón
me entendió

Y Durero
me puso
en el ojo de su liebre
una ventana
que nos separaba
para realmente
entrar
uno en el otro
un sólo animal
la liebre y Dios

ah la dulce canción
de las criaturas

uno
risueño
me acarició
en unos campos dorados
al anochecer