El país de la vida

Esto no es un poema pero quizá un día lo será.
Es algo que me ocurrió hace unos meses en el
parque del Retiro en Madrid.
Me quedé extasiado mirando unos árboles y
una praderita con hierba hacia las doce y media
de la tarde y el parque lleno de gente. En medio
de mi arrobamiento, fui ligeramente interrumpido
por dos policías nacionales, un hombre y una
mujer. En medio de mi silenciosa dicha me pre-
guntaron qué estaba haciendo. Podía haberles
dicho la verdad: pues ser feliz.
Opté por una respuesta más cauta: mirando
los árboles.
Me pidieron entonces el carnet de identidad
y con mucho gusto se lo enseñé. Luego me
pidieron ver lo que llevaba en mi pequeña bolsa.
Un libro de poesía en inglés de Mary Oliver.
Estaba tan contento que estuve tentado de leer-
les esas palabras felices de la gran poeta ameri-
cana: "Estoy en la misma oscura paz que cualquier
pino", pero me contuve.
Entonces les pregunté que si les parecía raro que
estuviera apoyado en un árbol y estuvieron de a-
cuerdo en que no, que eso no era muy raro.
Entonces sentí que era el momento de insinuar una
pequeña verdad y les dije que se estaba muy bien
ahí, viendo el sol y los árboles.
Por fin la joven policía sonrió. Y su compañero
también asintió. E incluso exclamó ya con otra
actitud: Sí, esto es vida.
Y así, ya tranquilos y sonrientes se alejaron des-
pacio. Y yo seguí siendo feliz. Quizá no haya nada
más sospechoso, más subversivo, que ser feliz,
ser un poco feliz


a Carmen Parra