Domingo de luz, domingo de resurreción

                 I

Una gran hermandad de almas,
todas las almas
en este universo,
ningún animal, ninguna planta,
ningún hombre o mujer
ha muerto nunca,
dejad el sufrimiento
y ved la realidad de la vida

                 II

No hay límites.
No hay muerte.
Somos toda esta canción inabarcable,
esta infinitud
a la que nadie ni nada
es ajeno

También ante la pintura de la Basílica
y la Plaza de San Marco en Venecia,
de Canaletto

Este cuadro de Venecia de Canaletto
estaba ya ocurriendo
antes de que existiera Venecia

Sus personajes tienen tiempo
de atender a sus tareas cotidianas
y también, en ellas,
de contemplar, saborear, la eternidad

                 III

El Espíritu va más allá
de pensar que todo
es un hecho limitador e incontrovertible,
va más allá de pensar y sentir
que hay muerte en todo

                 IV

Con estos grandes árboles,
estas secuoyas,
de varios cientos de años,
con el viento,
el viento de todo,
este gran ser
que somos
y que nos protege
siempre

                 V

Abracé la secuoya
y la besé,
con los ojos cerrados
veo una gran expansión
rojo oscura, vibrante,
la luz y la sangre de la vida,
la sangre de Cristo,
la luz del Atman,
una expansión infinita
con infinitas raíces
que están interconectadas
y esas raíces somos nosotros,
todos los seres del universo
viviendo sin fin
y sin muerte
en este árbol infinito,
este mar rojo,
luminoso y salvador
que somos nosotros.
Y mientras escribo estas palabras
el viento maravilloso
recorre los árboles
y me recorre
y un pajarillo,
un carbonero,
se posa sobre el tronco
de la secuoya y canta

Aleluya, Aleluya, Aleluya