a Juan Antonio Díaz


Ante "El Jardín del Amor", de Rubens

Mucho tiempo mirándolo,
viene de él algo maravilloso,
una paz, una dulzura.
Me siento unido
a estos hombres y mujeres,
me dan algo tan noble, tan bueno.
No sobresale, al mirarles, su individualidad,
sino algo superior, más alto,
que les hace más felices y amables,
más pacientes y sabios;
se siente que están habitados
por una paz elemental y amorosa
donde todas las individualidades gozan,
una paz que abarca los árboles, las nubes,
el cielo del anochecer, la luna,
y a la que todos ellos se entregan.
Yo también me entrego con ellos
a este sentimiento de dicha y descanso
que se extiende fuera del cuadro,
como una ola que desea bañar el mundo.
Hay un amor que se respira en este Jardín,
es un amor espiritual
que surge de la materia santa.
El mundo debería ser
una prolongación de este Jardín,
no lo que muchas veces es,
un lugar hostil, enfangado
por la ceguera de los hombres.