Para la creencia errónea que equipara
el Vacío budista, Sunyata, no con la plenitud
que realmente es, sino con el nihilismo y la
nada, estos cuatro poemas del monje budista japonés
Ryokan (1758-1831)
Mi vida puede parecer melancólica,
pero viajando por este mundo
me he puesto en manos del Cielo.
En mi bolsa, tres medidas de arroz;
junto al fuego, un haz de leña.
Si alguien me pregunta cuál es la señal
de la iluminación, cuál la señal
de lo ilusorio, ¿qué les diré?
las riquezas y el honor sólo son polvo.
Mientras cae la lluvia al anochecer
me siento en mi ermita
y mi respuesta es mi paz
Volviendo a casa tras un día de mendigar,
la salvia ha cubierto mi puerta.
Ahora unas cuantas hojas verdes arden
junto a la leña del hogar.
Leo en silencio poemas de Han-Shan
con el viento de otoño que trae una lluvia
ligera que susurra entre los juncos
y me siento en paz.
¿Sobre qué especular, sobre qué dudar?
Un sendero estrecho rodeado
por un espeso bosque;
alrededor las montañas en la oscuridad.
Las hojas de otoño ya han caído.
No llueve pero las rocas oscuras
están cubiertas de musgo.
Volviendo a mi cabaña
por un camino que pocos conocen,
llevando una cesta de setas frescas
y un cántaro de agua pura
del pozo del templo
De noche, en las profundas montañas
me siento a meditar.
La confusión de los hombres
nunca llega aquí:
todo es quietud, todo limpio y vacío,
todo el incienso se lo ha llevado
la noche infinita.
Mi vestido se ha convertido
en un manto de rocío.
Sin poder dormir, salgo a pasear por los bosques,
de pronto, sobre el pico más alto,
surge la luna llena
"Retirándose en el silencio y la soledad,
el hombre se expone a lo real en su
desnudez, a un vacío en el que experimenta
la presencia de Dios".
Padre Bernardo Gianni