No existe la normalidad,
existe Dios.
Y ante Dios, ante lo Infinito y lo Eterno,
sólo cabe la humildad,
la humildad con la que acogemos
a Dios y al Infinito y lo Eterno
en nuestro corazón
y ahí brillan y nos iluminan
y ahí vivimos
ooo
La vida es una oración. Si yo aprendiera
a rezar como la vida reza, qúe bien mo-
riría, qué bien viviría.
No dividido entre la realidad y el deseo,
simplemente sería y vería los días lle-
gar y partir. Yo mismo a mí llegaría y
partiría.
Si yo supiera rezar como lo hace la
vida, moriría como he visto morir a
algunos hombres y animales, sosegados
y tranquilos, con dulce vida en la mira-
da, confiados, confiados a ese instante
último.
Pues eso es vivir y morir, confiar al
cabo.
Si yo supiera vivir, confiaría.
Este segundo poema pertenece al libro
"Almas distantes"