Un río
Hace unos meses cuando pregunté a Juan
Carlos Savater si en esta exposición habría
algún cuadro que hiciera referencia al
maravilloso libro de Soren Kierkegaard
"Los lirios del campo y las aves del cielo",
me dijo con jovial y temeraria audacia:
Todos.
No sé si será totalmente así, pero algo o
mucho de la felicidad y profundidad de
este libro de Kierkegaard está presente
en estos cuadros.
Una inocencia, algo celestial, permea y
recorre todo: el aire, los árboles, las nubes,
el agua, las colinas, la luz...
Algo primordial y esencial, importante,
quizá lo único importante, se nos revela
aquí. Se encarna aquí. La encarnación.
Lo divino es humilde y se encarna... en
cada instante, en cada instante se respira
la inmensidad.
Hay en estas pinturas una felicidad y una
dulzura que no son las de la trivial banali-
dad. Al contrario, esta felicidad y esta dul-
zura han sido conquistadas. No hay muerte
aquí, no porque se la quiera esconder o
escamotear, sino porque ha sido superada.
Sólo hay un eco de la muerte: hay una
tristeza superada y por lo tanto hay paz,
una alegría que recupera la paz Original,
la paz del principio. Hay un renacer.
Todo aquí se baña en este río, este río mar,
este Agua que da vida a todo de nuevo. Es-
te río sumerge en su agua amorosa a todo
el universo en un bautismo del que todo re-
surge purificado. El mundo ha resucitado.
Este río de Gracia es un don, un regalo
maravilloso que se nos da gratuita, incon-
dicionalmente, seamos como seamos. Esta
Gracia que recobra todo, recobra a todos.
Sólo ella vence a la tristeza, a los proble-
mas, a las preocupaciones del mundo, a
la muerte.
Estas pinturas recuperan esta bienaventu-
ranza y nos la ofrecen sencilla, discreta-
mente, con alegría tranquila. Aproveché-
mosla, pasen y lean, pasen y vean... y
no se olviden de resucitar.
Exposición de Juan Carlos Savater
en la galería Leandro Navarro, Madrid,
12 de septiembre-25 de octubre, 2024
De la eternidad vino una
nube y se posó en
mi corazón
y lo calmó