El Cristo de Andrei Rublev. Las palabras no son
capaces de describirle.
Pero él da aliento a nuestras palabras y a nuestro
silencio, a cuando sonreímos y cuando no.
Con él sabemos y no hemos hablado.
Con él sonreímos y no nos hace falta sonreír.
Con él somos flexibles como un junco y no nos
hemos movido.
Con él respiramos.
Un día, con él, dejaremos de respirar.