Cuando llegué a casa de mi hermana me
sacudí la nieve y dejé afuera el frío rojo del
cielo. Mi único equipaje es un plato de hierro,
ponme en él lo que quieras. Entonces mi her-
mana me pasó la mano lentamente por el pelo.
Miré sus ojos, miré la habitación, miré sin
rencor, largamente, todo el hierro que había
en mi plato de hierro.