Yo tenía un amigo que era un petirrojo,
y caminaba en silencio, y tenía un
Volkswagen azul y posaba suavemente sus
manos sobre el volante y nos adentrábamos
lentamente en los bosques y la nieve de
Septiembre.
Luego desaparecía con sus pasos sin sonido,
a lo lejos, en el anochecer, en la luz
del sol.
Los petirrojos viven y se acercan, y se van,
pero no se van; para un petirrojo no hay
quizá diferencia entre ir y venir, entre
estar y no estar.

a Pepe Asensio
a Jaime Torrubiano