En Birmania,
en Myanmar,
en cada gota de sangre
de petirrojo herido
prosigue su trabajo
la mirada de Buda:
no doblegarán,
no podrán silenciar la verdad.
Por muchos monjes que maten,
por muchos monasterios que arrasen,
Mensajeros del dulce jardín del silencio,
el horror y la angustia,
lo proclaman bien alto:
la verdad de Buda prevalece
ahora, incluso ahora;
la verdad de Buda,
como cada petirrojo herido,
ante la muerte prevalecerá