Una mujer en el Tíbet
reclamó libertad
para su pacífico modo de vida.
Fue encarcelada y ya no
se supo de ella.
A menudo, si alguien disiente,
es encerrado en una jaula.
Nueve meses, un año.
Algunos enloquecen,
algunos mueren de frío.
El envilecido gobierno de China
tiene miedo de los hombres.
¿Qué hacer sino buscar
consuelo en el rostro
del cielo, buscar en nosotros
el rostro de Cristo o de Buda?