El color del mar es blanco hoy. He estado en el
puerto. Había una chica de pelo negro y largo
crucificada en el mástil de un barco y hombres
lamían en el suelo la sangre de la muchacha. Un
poco más lejos, otro grupo de hombres se pregunta
quién la clavó al madero. A la caída de la tarde,
un hombre sin signos en la frente va allí cada
día, y barre los hombres que estaban cogidos en
la espiral de sus preguntas; barre a los que,
unas veces jubilosos y otras veces tristes, lamían
al pie del mástil y barre también la sangre de la
mujer que no muere ningún día.