Hubo una vez en un prado.
Había animales, de algunos sabía
sus nombres, de otros no.
Había mujeres y hombres,
de algunos conocía algo,
de otros nada.
Lo mismo les pasaba a ellos conmigo.
A pesar del mutuo, profundo desconocimiento,
sentía que había algo
común a todos nosotros,
algo no dicho,
apenas entrevisto o sabido,
que me mantuvo en silencio,
y les respeté
y ellos me respetaron a mí