Tengo fe

Tengo fe en el adorno de Navidad,
todo el año en el cuarto de estar 
y de improviso me alumbra

Tengo fe en todo lo que no sabemos, 
en la pura fe que corre subterránea
sin que sepamos cómo nos alimenta

Tengo fe en el largo silbido del mirlo 
que del lugar angosto
que a veces es nuestra alma
hace una avenida del paraíso

Fe en los que renuncian a la palabra
porque simplemente son

En la camarera 
que con una sonrisa se entrega a su labor,
una sonrisa que sólo Dios ve

Tengo fe 
en los que no siempre preguntan por qué

Fe en las sillas y las paredes,
las mesas y las sombras,
que nos corrigen y guían 
con su paciencia y quietud

Fe en las palabras
que son estrellas que aclaran la mente;
en el silencio, la primera estrella, tengo fe

En el jabón 
que se gasta y se convierte 
en luz de nuestras manos 
y nuestro rostro.
En el lápiz que se gasta 
y se convierte en palabras y dibujos.
En los que se entregan 
como ofrenda a lo que no se ve

Fe en los que no oyen el ruido del mundo

En los que no devoran a sus hijos, 
en los que no se dejan devorar, tengo fe

En los árboles que nos alumbran,
en la bondad de las flores, 
en las dulces mañanas de invierno,
en las hojas caídas,
en la risa de Dios

Tengo fe en los hombres que duermen
y no pueden sino abrirse 
a la llamada de la vida.
¿Qué podrá dar un hombre 
para rescatar su vida
sino la propia vida?

Tengo fe en el aire, la luz, 
que se llevan la locura de los hombres

Tengo fe en lo que puede ocurrir 
en lo más profundo de un corazón

Tengo fe 
en los que son fuertes en el amor,
que todo lo cuida y todo lo ve,
en tu vida eterna tengo fe

                             a mis padres