Santo Sábado
Esta mañana miro por la ventana y entra
en mí una frescura inocente, sin mancha.
Las calles solitarias, la luz limpia tras la
lluvia, todo está bañado por una tranqui-
lidad inalterable... una tranquilidad que
me dice que, aun cuando llegue la dificul-
tad y la tormenta, seguirá siendo inaltera-
ble.
Miro por la ventana y la felicidad me
invade, como una ola viene... para quedar-
se, para revelarme una verdad, la única,
para que me atenga a ella, para que
persevere.
Qué bien me hace la gratitud que siento,
la paz despliega su Reino. Las pequeñas
hojas nuevas de los plátanos, como manitas
infantiles, me saludan y una ligera brisa
sopla sobre ellas y las bendice.
Y ahora el cielo. Las grandes nubes que los
ángeles descorren como una cortina dejan
paso a claros azules, tan alegres, tan llenos
de vida, tan serenos y bienaventurados,
el Señor nos envuelve y nos lleva a su
Reino en su amorosa teofanía.