Todas las circunstancias descansan en lo eterno,
descansan en la paz. Todo lo que ocurre
descansa en la paz, en Dios.
La paz, lo eterno, Dios, es el sustrato donde
todo vive y se desarrolla.
Cuanto más cuenta nos damos de que esto es
así, más vivimos en la paz, en la dicha de la
paz, en Dios.
Ya ocurran cosas agradables o desagradables,
favorables o desfavorables, ya vivamos en la
holgura o en la precariedad, en la salud o en la
enfermedad o nos llegue el momento de morir,
todo ocurre con ese sustrato de paz y de eterni-
dad que es nuestro más preciado tesoro.
Dándonos cuenta de esto vivimos cada vez más
en paz. Lo favorable no nos vuelve locos y lo
desfavorable no tiene tanta importancia.
Lo que de verdad importa es que nos hemos
dado cuenta de que todo ocurre sobre este firme
y maravilloso lecho de lo eterno, de la paz de
Dios.
Y hay algo más de lo que podemos ser cons-
cientes, podemos notar que hay algo en noso-
tros que no es efímero, que no muere. Podemos
notar que también algo en nosotros es parte de
esta paz inalterable, de esta eternidad dichosa,
podemos notar que somos parte de Dios.
Tu verdadera imagen
Lejos de las discusiones teológicas, Dios vive...
en nuestro corazón vive.
Tu verdadera Imagen, Señor, es el universo.
Tú estás en todo, en cada cosa,
de maneras que no sabemos
ni alcanzamos a imaginar.
Tu Rostro, tu Icono Verdadero, es el universo.
Tú abrazas todo el universo abrazando
cada pequeña cosa,
tu amor enlaza a todas las criaturas
"La relación de Dios con el ser humano
significa que a cada instante se hace infinito
aquello que a cada instante se halla en el
ser humano".
Soren Kierkegaard,
en "Las obras del amor"
Jesús resucita a Lázaro.
El rostro de Jesús en esta pintura
simplemente, serenamente, refleja la Verdad,
la Verdad del universo, la Verdad de la vida
y también nuestra Verdad: Él es la Verdad,
Jesús es el Amor y el Amor vence a la muerte.
Qué pintura ésta tan maravillosa, ninguna
grandilocuencia, sencillamente... la desar-
mante Verdad
"La Resurrección de Lázaro",
de José de Ribera,
Museo del Prado
El Cristo de Andrei Rublev
Al ver este rostro
siento que todos los terremotos,
todas las desgracias y desastres,
todas las guerras y violencia,
los conflictos y sufrimientos,
las muertes y crucifixiones,
se quedan sin voz
y son transfigurados
Al ver este rostro
siento que hay algo infinitamente
superior a nuestros intereses,
el Espíritu se presenta de improviso
y sabemos entonces que vivimos
bajo el amparo de la eternidad
Podemos entonces dejar atrás
todos nuestros miedos
y vivir siendo partícipes de lo eterno,
de esta belleza
Siento algo ilimitado en mí,
una aceptación sin límites,
una entrega sin límites a este Espíritu
y sé que mi verdadera patria
no es la tierra
sino la eternidad
"Buscad mi rostro",
leo en los salmos
y oigo en esta pintura.
La esencia de este rostro
siento viviendo en mí,
latiendo incontenible
en todo, en todos nosotros,
una silenciosa llama
de misteriosa verdad
"Cristo Redentor",
de Andrei Rublev,
Galería Tretiakov, Moscú
Unas palabras del filósofo italiano
Massimo Cacciari sobre esta pintura
de Rublev:
"Entre guerras y dolor se abre a los ojos
del espíritu la visión de la Paz, infinita,
imperturbable, inviolable.
Su potencia se armoniza con la mansedumbre
que nada impone, nada juzga, sólo da".