Al mirar el cielo en la noche

Al mirar el cielo en la noche, 
el cielo me limpia,
al mirarlo desaparece 
la pesadez y lo caduco 
y recibo una vida nueva.
La majestad del cielo 
me libra de lo que hay 
de torpe y gastado y doliente 
en mí. El cielo me devuelve 
a una niñez antes de la niñez, 
a una madurez 
no conquistada por mí, 
sino más bien regalada 
por el Cielo que nos ama. 
Hay majestuosas nubes
que lentamente van 
y algunas estrellas 
y todo ello, todo ello, 
me devuelve a una vida 
maravillosa, inesperada, 
una vida verdadera,
que siento que es 
lo más íntimo y real en mí, 
todo ello me dice
quién soy 
y sé entonces 
que son verdad 
las palabras de Pascal,
"el hombre supera 
infinitamente al 
hombre".
Y me acuerdo 
de las anhelantes palabras 
se Silvina Ocampo,
"¡Cuánto deseo 
estar ante unos árboles 
que no hayan conocido 
mis tristezas!"
Ahora sé que eso es posible
porque este Cielo que nos ama
nos lleva con él, 
nos hace suyos,
nos regala vida eterna,
vida de un universo 
siempre en expansión,
como esos paisajes
que pinta Chesterton en sus libros, 
de nubes y cielos cargados 
de silencio resplandeciente 
que nos sobrecoge 
para hacernos infinitos...
Y por fin vemos 
que toda la materia 
está animada por el Espíritu,
no será abandonada 
pues descansa en la mirada 
bondadosa del Señor.
Ahora vemos 
que tenía razón San Francisco
al llamar hermana a la muerte,
también ella participa
en esta gran obra 
de transformación, 
transfiguración, elevación.
Ahora ya no tememos 
quedarnos sin defensas,
y sentimos con asombro 
cómo nos rendimos 
y asentimos confiados 
a esta gran obra 
que supera con su majestad 
y su belleza 
cualquier proyecto, 
cualquier miedo, 
de nuestro pequeño yo. 
Y no sólo eso, no sólo eso, 
sino que vemos 
que esta gran obra, 
desbordando nuestra manera 
de hacer, 
cumple misteriosamente 
todo el bien que anhela 
nuestro corazón. 
Por fin ha llegado el momento, 
el momento tan deseado, 
después de tantos años, 
tantos errores y tanto desaliento,
ha llegado el momento 
de recibir la luz
y sonreír felices, por fin, 
sonreír tranquilos, 
pues descansamos,
al fin descansamos, descanso,
abiertos por fin 
a la mirada de sabiduría 
        del Señor 


Y ya desemboquemos 
en la infinita bienaventuranza 
o en la infinita nada,
seamos creyentes o no,
este misterio de infinitud
nos llama a ser nobles, 
a ser dignos de él, 
a escucharle