Una Mudanza

Esta noche soñé con mi madre, y curio-
samente ella no aparecía en el sueño. 
Pero aparecía su obra, lo que ella había 
hecho.
Yo estaba en casa de mis padres y entra-
ba en mi habitación y vi que estaba des-
mantelada, casi vacía. Era mi madre la 
que había dado instrucciones para qui-
tar la cama y en el suelo había algún 
montoncito con unos pocos libros.
Yo estaba muy enfadado con mi madre,
aunque ella no estaba allí conmigo. Y
con el enfado que tenía estuve a punto 
de romper un dibujo que yo había hecho
y al que tenía mucho cariño, pero al final
no lo rompí.
Entonces apareció mi padre en la habita-
ción y a mí poco a poco se me pasó el 
enfado. Intercambiamos algunas palabras
tranquilamente y él me ayudó a compren-
der que lo que había hecho mi madre es-
taba bien, que ella me quería y lo había 
hecho por mi bien. Y yo ahora incluso 
sonreí un poco y ya estaba en paz y así 
terminaba mi sueño. 
Y me doy cuenta de que lo puedo aplicar
a mi vida, a nuestra vida. Vivimos es-
perando que todo sea siempre igual y
nada se nos descoloque. Tenemos nuestras
expectativas, nuestros proyectos, pero si 
surge algo que es un obstáculo entonces 
somos puestos a prueba, la vida nos pone
a prueba. 
Hay un día en que Dios, nuestro Padre 
celestial, nos llamará para que dejemos 
esta casa terrenal, y probablemente al 
principio nos enfadaremos y no querremos
irnos. Pero Él es nuestro Padre, si mi 
madre y mi padre terrenales quieren mi 
bien, ¿cómo no va a querer mi bien nuestro
Padre eterno? Creo que podemos confiar 
en Él y aceptar tranquilos esta invitación 
amorosa a una Mudanza para mejor que Él 
nos hace.



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                   Tres sonrisas

Ayer estaba en la iglesia de Jesús de 
Medinaceli, en el barrio de las Letras, aquí 
en Madrid.
Hacia las seis y media de la tarde, la iglesia
casi vacía, en penumbra, yo me encontraba
recogido, en paz...
Un poquito antes de las siete encendieron
las luces y empezó la misa. Y esto me sacó
un poco de mi recogimiento. Justo detrás 
de mí se sentó un señor y él en voz alta 
seguía la misa respondiendo al sacerdote.
A los pocos minutos a su voz se sumaron 
otras dos, una era de una mujer joven y la 
otra de una mujer más mayor.
Las tres voces que yo oía justo detrás de
mí me molestaban y estaba pensando en 
cambiarme de sitio o irme, cuando oí una 
voz dentro de mí que me dijo: "quédate",
y a regañadientes obedecí y me quedé.
Pero las voces me seguían molestando y
otra vez estuve tentado de irme al Museo 
del Prado aquí al lado y ver el rostro de 
Cristo pintado por Quentin Massys. Algo 
seguía haciendo que me quedara. Y llegó el 
momento en que el sacerdote dijo que Jesús 
nos había dado su paz y que nos diésemos 
unos a otros un gesto de paz. Entonces me 
volví para mirar a las tres personas detrás de 
mí y recibí un regalo inesperado, maravi-
lloso. El hombre me sonrió con una sonrisa
acogedora, cálida, cercana, muy cercana...
y se llevó una mano al corazón. Y las dos 
mujeres, la más joven muy hermosa, tam-
bién me sonrieron, con una sonrisa lumino-
sa, de dulzura, una sonrisa de afecto, amo-
rosa... tres sonrisas que yo no merecía y que
me inundaron de felicidad. Yo había querido 
ir al Prado a ver a Jesús en un cuadro y 
resulta que Jesús estaba también aquí, en 
este hombre y estas dos mujeres justo detrás
de mí.
 


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                    El hilo de Jesús

El hilo de Jesús enlaza todos los seres,
todas las cosas.
Enlaza el silencio y la contemplación 
en paz con la palabra y la acción en 
paz.
Su hilo da luz, da vida y enlaza la vida 
con la muerte, la salud con la enfermedad,
la luz con la oscuridad, con él "la noche
es clara como el día". Nos da la alegría 
de la Eucaristía y la alegría de una cerveza
fría. Nos abre la puerta, amoroso, a un  
nuevo, inesperado día🙏




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Al ver las nubes por el cielo 
me disponía a escribir sobre ellas,
pero son el cielo y sus nubes 
quienes sin palabras
inscriben su bendición y su paz en mí


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Esta noche al mirar los árboles y el cielo 
por la ventana, he sentido que los árboles,
el cielo, saben todo sobre nosotros. Saben
de la segunda guerra mundial, saben lo 
que ocurrió en Auschwitz y en los campos
de exterminio, saben de Etty Hillesum, de 
Maximiliano Kolbe, de Viktor Frankl...
Saben ahora lo que ha hecho Israel en
Gaza... Los árboles saben, el cielo sabe, 
y perseveran, perseveran en querer nues-
tro bien, en darnos su paz


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Aquel silencio tan profundo
en compañía de mi madre
en la sala de espera 
del doctor Azcona
cuando yo tenía siete años 
eras tú, Señor, 
yo no lo sabía

Y aquel silencio 
en compañía de mi abuelo Máximo
cuando nos quedamos solos, 
yo con doce años, 
en una sala del hospital 
antes de que operaran, 
eras tú, Señor, 
yo no lo sabía

Aquel silencio 
al entrar en lo profundo del bosque
cuando yo tenía veinticinco años 
y supe que había que guardar silencio
ante aquello sagrado, 
tan grande y tan dentro de nosotros, 
eras tú, Señor, 
yo no lo sabía

Aquel recogimiento,
aquel bienestar, 
aquella paz en compañía de mi madre
en el cuarto de estar 
mientras ella cosía
y yo veía el catálogo de Friedrich, 
eran también Tú

Y cuando mi esposa me dijo 
que me quería 
eras Tú, Señor 

Y en momentos turbulentos
la paz que sobre mí descendía
eras Tú

Y tantas veces de calma repentina
a lo largo del día, 
o mirando el cielo en la noche 
y los árboles, 
eras Tú, Señor,

La íntima, callada alegría
barriendo y limpiando los bancos 
de la basílica, 
¿quién sino Tú?

Tantos años, tantos años 
y Tú siempre conmigo
y yo no lo sabía,
lo sé ahora, 
sé de tu dulce compañía


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En pintura los retratos y autorretratos para 
ser fieles a la realidad, creo que deberían 
mostrar esa chispa divina que alienta en 
todo ser humano, debería trascender al ego
por muy malvado que sea y revelar ese 
rinconcito de luz sobrenatural que se nos 
ha dado.
Igualmente toda pintura de paisaje, creo 
que toda pintura y obra de arte, ya sea en 
poesía, en música, en escultura... por muy 
dramática y trágica que sea, aunque revele
profundamente el mal, si quiere ser real 
debería también revelar la Luz eterna,
la Luz del Bien, de Dios, que trasciende y 
vence a todas las tinieblas 




                   ooo

 

          


Sentado en la silla 
camino por el cielo, 
sin dar un paso
paseo por el cielo infinito
que me acoge y me ama, 
y me llama cada vez más adentro




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Una presencia leve llega 
casi sin que te des cuenta
y te habla sin palabras de ti,
te revela que hay en ti
un plenitud silenciosa, en paz, 
infinita, que te protege, 
te salva, te ama,
te llama tan suavemente 
como una Madre 
que desea darte el verdadero descanso,
te mira con dulzura 
como un Padre
que desea que vivas en su Reino feliz





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Cuando nos exponemos al silencio, el cual 
es Dios, la acción de Dios disuelve nuestro 
ego y nos deja el ser, el ser-con-Dios, que 
es nuestra verdadera identidad y esencia. 
La acción de Dios sobre nosotros es Amor
y este Amor que Dios nos tiene, y que es 
Él, nos vuelve invencibles, eternos, y nos 
une a Él sin nada que nos separe.
Dios nos ama tanto que nos hace partícipes
de su divinidad ya aquí en la tierra. Y el 
ser partícipes de su divinidad nos da 
felicidad, alegría, amor y paz. Nos hace 
gozar de lo que Él es: felicidad, alegría, 
amor y paz.
Por eso es tan importante exponernos al 
silencio, aunque surjan pensamientos y 
preocupaciones, el silencio es más fuerte 
que todos ellos, Dios es más fuerte que 
todos ellos y su acción es eficacísima. 
Un solo segundo de puro silencio cambia 
nuestra vida, aunque al principio no lo
entendamos, y nos descubre nuestro 
tesoro verdadero.




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El cielo azul del anochecer 
no tiene límites,
los árboles sin hojas 
no tienen límites, 
como nosotros,
aparece una estrella,
nos entregamos,
digo una oración, 
digo sí confiadamente



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Los jóvenes de espaldas a él 
sentados en el banco de la sala, 
el joven oriental que no le mira
mientras bebe agua de su botellita,
los dos jóvenes que pasan ante él 
sin mirarle, 
tres adolescentes se sientan a mi lado
y sólo miran sus móviles,
uno de ellos le mira unos instantes 
antes de irse, 
la mujer de edad que también se sienta
junto a mí, frente a él y le mira 
un poquito,
dos muchachos de apenas quince años 
que van cogidos de la mano
apenas le miran,
una mujer que bosteza 
mientras lee un folleto 
se interpone entre él y yo, 
un hombre de unos sesenta años 
se sienta en el banco y le mira 
con atención, se lo señala a su mujer
que está de pie, 
dos jóvenes orientales 
le miran largamente...
Cristo bendice a todos,
Cristo, verdadero Dios 
se ha hecho hombre 
para que sepamos 
que aun en nuestra fragilidad
tenemos algo divino, invencible, inmortal.
Cristo nos da su fuerza,
nos da su amor,
comparte con nosotros su divinidad.
Estoy en el Museo del Prado, 
ante el cuadro "Cristo entre la Virgen 
y San Juan Bautista", del pintor
Jan Gossaert, llamado Mabuse.
Cristo bendice a todos,
la sala se ha quedado vacía
y Cristo bendice aún 


                     a Jorge, guarda jurado 
                     del Museo del Prado