El Espíritu en los Museos

El Espíritu sigue estando en los museos, 
en las obras de arte. Por eso los museos 
siguen siendo lugares sagrados. 
Vamos allí para aprender, para admirar.
Con humildad nos abrimos a las obras de 
Friedrich, de Fray Angélico, de Tiziano,
de Leonardo, de Rubens, de Caravaggio, 
de Velázquez, de Patinir, de Quentin Ma-
ssys, de Ribera, de El Greco... y ellos nos 
acompañan, nos protegen, nos guían. 
Muchas de sus obras fueron destinadas a 
iglesias, pero ahora en los museos siguen 
vivas, siguen actuando y siendo eficaces.
El Espíritu no desfallece, siempre está,
siempre actúa, aun en los lugares en que 
la crueldad de los hombres parece haberlo
enterrado.
Una vez vi llorar a una mujer ante el ros-
tro de Cristo de Quentin Massys en el 
Museo del Prado. 
Hace años una mujer japonesa que sufría 
una depresión visitó el Museo del Prado 
y se encontró con una Inmaculada de Mu-
rillo. Contemplando este cuadro y sobre 
todo dejándose penetrar y acariciar por 
esta imagen, esta mujer nos dice que 
salió de la depresión. 
Hace también varios años en el Museo 
Thyssen ante la pintura "Mañana de Pas-
cua" de Friedrich, un inglés me comentó:
"¡Qué fascinante!"
El Cristo de Ribera, en el Museo del Pra-
do, resucita a Lázaro y nos anima y nos 
devuelve a la vida también a nosotros. 
El Cristo entre la Virgen y San Juan, de 
Jan Gossaert, sigue bendiciendo, bendice 
a todos, a los que le miran y a los que no,
nos sigue bendiciendo... aunque no lo 
sepamos. El Espíritu es incansable, per-
severa, todo es terreno precioso para su 
trabajo. Allí donde nosotros nos habría-
mos rendido hace mucho, Él, con una 
paciencia que nos resulta incomprensible,
sonríe y nos comprende y nos enseña 
secretamente y nos sigue amando.



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Jesús es la Vida Eterna
y nos la da continuamente...
de tantas formas...
en el silencio -el cardenal Robert Sarah
dice que el silencio es Dios-
en las obras de arte, 
en la música, 
en las obras de la naturaleza,
que proviene de Él, 
en nuestros hermanos los hombres,
en la Eucaristía...
Somos libres de rechazarle,
libres de aceptarle.
San Pablo lo dice así:
"Cristo vive en mí".
Y Jesús también con estas palabras:
"El reino de Dios está dentro de vosotros".
Nos da la Vida Eterna 
aun en los lugares 
en que la crueldad de los hombres
parece haberlo enterrado. 
Nos da esa Vida 
a lo grande, como a San Pablo 
camino de Damasco, 
o a lo pequeño, en nuestro humilde
quehacer cotidiano