La mañana nos dio su música sin necesidad de
que tocásemos ningún instrumento. Un poco de
silencio, un poco de atención, bastó para oír
desplegarse la melodía.
Algunas de sus notas fueron el polvillo que
salió al tocar la calefacción, la luz en el
punto dorado de la pluma, un dibujo donde
Pablo de Tebas, que acaba de morir, y Antonio
del desierto, reposan el uno en el otro...