Un camino empezó en el corazón. Abrió la puerta
y salió al jardín. Encontró pájaros y flores y
oyó su voz propia. Abrió la cerca y cruzó las
calles y el viento de la tarde. Encontró caras
como la suya tras las cortinas del anochecer.
Una luciérnaga tocó levemente en un prado y se
enamoró de ella y le habló como sólo puede hablar
un corazón. Y la luciérnaga se posó en su pecho
pero la luz se lo comió. Y el corazón devorado
sin voz o sin anhelo siguió adelante, como la
primera vez que había abierto la puerta.