Pertenecemos al paraíso


Este poema está dedicado a varias personas, a Ángeles,
también a mi madre, a personas que están siempre
cerca.
Pero me gustaría asimismo recordar al pintor Juan
Antonio Díaz y a un anciano de Florencia.
Es una gran suerte sumergirme con Juan en los cua-
dros, ir con él al Museo del Prado o al Thyssen donde
siempre salimos reconfortados.
Y también recuerdo a un anciano inglés o americano
que conocimos hace unos meses en Florencia. Hablé
con él varias veces, hablamos de pintura, la luz que
irradia la pintura y el arte estaban en él.
Me emocionaba oírle empezar sus frases en varias
ocasiones con la palabras "Para mí" y a continuación
me decía lo que para él significaba tal obra, tal escul-
tura. Esa mezcla de humildad y a la vez orgullo por
haber sentido en profundidad una obra de arte y ex-
presarse libremente pero también humildemente
sobre ella.
Era como si me recordara que todo espectador, sin
necesidad de nadie más, sin necesidad de ningún in-
temerdiario, puede establecer una relación íntima y
personal con lo que está contemplando. Sus palabras,
su refrescante presencia, esas dos palabras suyas:
"para mí", eran una invitación a abrirnos de par en
par, sin miedo, a lo que la pintura y el arte pueden
decirnos.
Cuando hablaba con él, cuando visitamos los museos,
los cuadros nos llaman, podemos establecer con ellos
una comunicación real, entramos con ellos en una
conversación silenciosa y elocuente. Siento que estoy
en el paraíso. Con su dulzura me hablan de que pode-
mos sobreponernos a la adversidad. Me cuentan con
convicción tan fácil y persuasiva que somos indes-
tructibles. Me hablan del don de nuestra eternidad,
tan natural, tan misteriosa, susurran que pertenecemos
al paraíso



Pertenecemos al paraíso,
nos lo dicen los rostros de Botticelli
irradiando sobre nosotros su luz

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dicen sin miedo,
con valentía,
los rostros de Botticelli y Giovanni Bellini
con una confianza irrefutable en lo eterno
que se derrama sobre nosotros
como un gran don,
nos lo dice con el silencio de sus atardeceres
y nos lo dice un anochecer
que pintó Watteau

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el Greco:
el Espíritu cambia la forma de las cosas,
el Espíritu estira y expande
los cuerpos y la mente
para que alcancen la Luz.
Nos lo dice Miguel Ángel
con su Cristo Salvador
en la Capilla Sixtina:
un Cristo revolucionario
que salva a todos:
salva a los condenados
y salva a los salvados

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Rubens
que con su corazón sin límites, tan libre,
como el de Dios,
contiene todo, acepta todo.
Nos lo dicen las manos entrelazadas
de Judas y Jesús en el cuadro de Van Dyck

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dicen las noches de Friedrich
y su luna que irradia Conciencia
para siempre, que irradia Vida de verdad,
que vence a la muerte
y todos sus sicarios,
el miedo, la ambigüedad, la acobardada timidez

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el Baco un poco triste
e infinitamente compasivo de Caravaggio
que nos ofrece un cáliz de vida
para dejar atrás nuestros males
y dejarnos caer
dulcemente,
confiadamente,
en este momento,
en cada momento,
como lo hacemos ahora,
así

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el corazón tan limpio de Mark Rothko.
Somos el paraíso,
nos lo dice Ramana Maharshi
con una sonrisa,
nos lo dice un vaso de Morandi
y Jesús entre los niños
y entre los malvados
y también en la cruz