Parque de atracciones o Museo

Estuve ayer en el Museo del Prado. En la sala 49,
una gran galería, tocaba una pianista de descomu- 
nal fervor; parecía que le habían encomendado la
tarea de hacer imposible disfrutar y apreciar las 
pinturas. Y creo que lo lograba, pero lo en verdad
sagrado siempre resiste y resucita por muchas 
crucifixiones que tenga que sufrir.
¿Podríamos en el Auditorio disfrutar de la música
bombardeados por la aparición de cegadoras pin-
turas?
Si desean convertir el Prado, y también el Thyssen,
en un parque de atracciones están en el buen cami-
no. Y no tan bueno si se desea enriquecer a los 
visitantes con los bienes espirituales que la pintura
revela, si se la deja, y que ningún parque de
atracciones puede ofrecer.